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Cómo evitar el colapso del cuidador

Así tiene que ser un buen cuidador

Entre los valores principales que debe tener un buen cuidador, sea familiar o profesional, destacan la empatía, la previsión, la implicación y la fortaleza. Y es que las tareas de cuidado de una persona dependiente pueden desgastar a su cuidador y afectar su calidad de vida.

El envejecimiento de la población y el aumento de enfermedades crónicas hace que cada vez más personas tengan que asumir el rol de cuidador. Y cuidar de una persona en situación de dependencia no es una tarea sencilla, sino que comporta un gran impacto.

En muchas ocasiones, la tarea del cuidado de un familiar recae en los miembros de su familia, habitualmente en la pareja o en los hijos. Este cuidador familiar, también conocido como cuidador informal, se encarga de ayudar al paciente en las actividades del día a día que, por la enfermedad, esa persona no puede hacer por sí misma.

En otros casos, la persona estará a cargo de los cuidados de un cuidador profesional que presta sus servicios en una entidad pública o privada, o como autónomo, en el hogar del paciente u otros tipos de centros. Para las familias, escoger al cuidador adecuado no siempre es fácil.

Las cualidades de un cuidador profesional

Cuando se trabaja directamente con personas de edad avanzada o dependientes es necesario contar con aptitudes específicas que exigen un perfil muy definido.

Entre las habilidades más necesarias en un cuidador profesional, destacan:

  • Vocación
  • Previsión
  • Habilidades sociales
  • Formación
  • Empatía
  • Experiencia
  • Flexibilidad
  • Iniciativa

Por las características de este trabajo, es importante que el cuidador tenga un alto grado de vocación y, más allá de su formación o años de experiencia, tenga sensibilidad y proporcione bienestar y felicidad a las personas dependientes. Es decir, un cuidador debe no solo contar con aptitudes, sino también con actitudes y talento que puedan ayudarle a solventar imprevistos con mucha sensibilidad.

Por otro lado, un cuidador profesional debe tener buenas dotes comunicativas. Escuchar, atender y asesorar a la persona que tiene a su cuidado, pero también a su entorno y familia, es importante. Además, siempre debe ser honesto, porque los seres queridos han depositado en él su total confianza. Y la relación de dependencia debe mirarse siempre desde el respeto.

Se trata de ser comprensivo tanto con la persona que se cuida como con sus familiares. Esto ayudará en el trabajo: comunicar siempre, ser realista y a la vez empático, con la suficiente confianza como para compartir las rutinas con sus familiares cercanos, evitando preocupaciones, pero siempre con transparencia en la información.

El síndrome del cuidador quemado

Uno de los aspectos que, generalmente, se suele pasar por alto es la propia salud del cuidador. Este debe autocuidarse para no sufrir el desgaste físico y mental que genera una labor tan exigente como responsabilizarse de una persona dependiente.

Si el cuidador no es capaz de velar por su salud tampoco podrá cuidar la de los demás. Por eso es importante que aprenda a pedir ayuda cuando la necesite, mantenga unos hábitos saludables, como una alimentación sana y la práctica de ejercicio, y siga respetando sus momentos de ocio en sociedad y aficiones.

El colapso del cuidador acaba afectando a todos los ámbitos de su vida y puede tener repercusiones médicas, sociales y económicas. El cuidador puede llegar a sentir frustración, cosa que puede acarrear consecuencias negativas tanto en su labor diaria como en su vida personal.

Cómo evitar el colapso del cuidador

El cuidador debe evitar el síndrome del cuidador quemado o burn-out.

Para ello, se recomienda:

1. Cuidar de sí mismo para poder cuidar mejor.

2. Dormir lo necesario, permitirse un descanso diario o semanal, fuera del contacto con el enfermo.

3. Cuidar la alimentación.

4. Buscar tiempo libre o de ocio para el cuidado propio.

5. Realizar alguna actividad física que sea de su agrado.

6. Hacer todo lo posible para conservar su propia salud.

7. No aislarse.

8. Mantener actividades divertidas.

9. Pedir ayuda a otros familiares o personal contratado.

10. Expresar sus emociones y frustraciones a familiares o amigos.

11. No admitir intentos de manipulación, aunque sean bien intencionados, a través de la culpa, el enfado o la depresión.

12. Poner límites, hay que saber decir no sin sentirse culpable.

13. Acudir a un profesional y a grupos de autoayuda.

14. Favorecer la toma de tiempos de respiro.

Quique Gòmez
Psicólogo Centro Médico Atlàntida

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