Los Abuelos. ¿Canguros o esclavos?


Septiembre, año 2013, 7.30 am. Parece el comienzo de una película de ciencia ficción,pero es la pura realidad. Salgo de casa rumbo al trabajo para empezar la jornada y me encuentro una señora mayor en la puerta de casa, aún en pijama, medio despeinada, esperando la llegada de su hija que vive fuera y le trae a su hijo cada mañana, mientras ella se va a trabajar.

Avanzo un poco más y me corta el paso un padre. Va con su casco de moto en un brazo y empujando la sillita de su bebé con el otro, mientras habla por teléfono. Su cara es una mezcla de cansancio, estrés y ansiedad. Cansancio por las noches sin dormir, estrés porque hoy llega tarde al trabajo y ansiedad por tener que dejar a su hijo y no poder disfrutar de él hasta la hora de cenar.

Comienza el curso escolar, se acaban las vacaciones para nuestros peques y sobretodo se acaba la tranquilidad de muchos abuelos. Vuelta a la rutina. Hay que llevar a los niños a la guardería o al colegio. Muchos comen en el mismo centro pero otros no, con lo cual habrá que hacer cuatro viajes y, por la tarde al parque, que los niños necesitan correr.

Personas mayores, ancianos, abuelos, trabajo, ansiedad
Durante el mes de septiembre, el parque sufre una transformación. En agosto, se escuchaban los pájaros ylos pocos bancos que había, estaban ocupados por gente mayor tomando el fresco mientras su acompañante leía un libro, o encontrarse con dos o tres señoras descansando tras su paseo matinal mientras se explican la última receta que han hecho.  Ahora, en cambio, se ha perdido la tranquilidad, ya ni se escuchan los pájaros, parece que éstos deciden buscar otro sitio más apacible para descansar. El parque es un hervidero de niños corriendo, saltando, jugando a la pelota, y los bancos pasan a ser un bien demasiado preciado. El que llega y coge un sitio, ya no se levanta en toda la tarde.

Una vez acabada la baja maternal/paternal, los padres y madres trabajadores tenemos que dejar a nuestros bebés durante nuestra jornada laboral en guarderías o con un/a canguro de confianza en casa. Otros, como en mi caso, disponemos de la ayuda de nuestros padres. 

Qué sería de nosotros sin esos padres a los que siempre puedes recurrir cuando te llaman de la guardería o del colegio y te avisan de que el niño tiene fiebre y hay que ir a recogerlo. Qué sería de nosotros sin esos padres que están dispuestos a pasar su tiempo libre subiéndose en el tobogán o metiéndose en la casita del parque a tomar café con riesgo para su cadera o rodilla y que, después de pasar el día cuidando de nuestros hijos, nunca tienen una mala contestación y, si la tienen, es hacia nosotros porque, según ellos, hemos reñido al niño sin motivo.
Personas mayores, ancianos, abuelos, trabajo, ansiedad
Recuerdo que, cuando mi hermano y yo éramos pequeños, mi abuela siempre le decía a mi madre que tuviera cuidado con nosotros, que no nos dejara solos, y que se enfadaba con ella si nos reñía. Ahora, veintitantos años después la historia ha cambiado. Es mi madre la que constantemente me da consejos, me regaña si regaño a mis hijos y me hace ver qué cosas a las que yo le doy importancia realmente no la tienen. 

El tiempo te hace madurar, ver las cosas con otra perspectiva y te enseña a valorar lo que tienes.Y mis hijos, al igual que yo, son niños afortunadas porquepodrán disfrutar de unos abuelos que los miman cuando se hacen daño, les conceden caprichos que sus padres no pueden darles, les cuidan mientras sus padres trabajan y no pueden dedicarles su atención y que, sobretodo, siempre tienen una sonrisa para ellos.

Sólo me queda una cosa que decir a todos los abuelos que nos facilitan la vida con su ayuda: ¡MUCHAS GRACIAS!
Jénifer Martínez Baena.
Departamento de Atención al Cliente – Atlàntida Mèdica.

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