Ventanas a la comunicación de las personas con patologías del lenguaje


Qué fácil es comunicarse, lo hacemos cada día, con nuestro amado o amada, nuestros hijos, las compañeras y compañeros de trabajo. Este intercambio de información entre dos o más personas es una actividad placentera que los psicólogos llaman intersubjetividad. En definitiva es algo muy simple pero que cuesta un poco de explicar. Sería la capacidad que tenemos los seres humanos de acceder a los estados mentales del otro (y este otro al nuestro, claro). ¡Y sin necesidad de telepatía! 
Esta capacidad ya nos viene en gran parte de serie, o sea que es innata y es anterior e independiente del lenguaje. Parece ser que ya a los dos meses mostramos un interés ante las caras humanas y en cierta manera empezamos a “conversar” con sus propietarios, a través de expresiones faciales, sonrisas y sonidos en respuesta a las señales que recibimos de los adultos. Es una intersubjetividad rudimentaria que seria la base de la comunicación pre-verbal y lingüística.
Cuando nos hacemos mayores adquirimos el lenguaje verbal, que es la herramienta de comunicación por excelencia, pero no la única. Cuando conversamos, por ejemplo, estamos constantemente enviando mensajes no verbales al resto de personas a través de gestos faciales, miradas,  movimientos con las extremidades y el cuerpo, que nos sirven para matizar o enfatizar el mensaje verbal. A través del lenguaje verbal y no verbal accedemos a la mente de las otras personas. Es algo un tanto mágico que nos une al resto de seres humanos, la comunicación nos ayuda a crecer, a aprender, a amar, y naturalmente también a separarnos, a definirnos como diferentes, discrepar, discutir… La comunicación con los otros, esta intersubjetividad, nos hace sentir queridos o puede que rechazados, apoyados, o tal vez cuestionados. En definitiva nos hace sentir vivos y, algo muy importante, que no nos sintamos solos en este mundo.
Me gustaría hablaros de Jofre. Para él comunicarse con los otros es bastante diferente. No puedo decir que no le sea fácil, ya que a pesar de sus dificultades tiene un talento especial para “conectar” con la gente. Jofre no puede hablar, ya que debido a una lesión en las áreas motoras del cerebro no puede producir los movimientos musculares necesarios para emitir las palabras. El resto de áreas cerebrales están bien conservadas, por lo tanto entiende perfectamente lo que les hemos preguntado y sabe muy bien lo que quiere decir, asocia las ideas de manera coherente para elaborar su respuesta, pero no la puede emitir. Entonces, ¿como es “hablar” con Jofre?
Antes que nada, tenemos que prepararnos un poco. Conocerlo, saber cuáles son sus aficiones, los temas que más le interesan. Así podemos iniciar la conversación con preguntas sobre un tema determinado en las que las posibles respuesta sean limitadas. La riqueza gestual de Jofre, que es notable, nos indicará claramente la respuesta. Una amplia sonrisa mientras asiente con la cabeza y nos apunta con el dedo, significa sin duda alguna que la respuesta es “sí”, o que le hemos propuesto la opción correcta. Porque de eso se trata muchas veces, de irle proponiendo las posibles respuestas, hasta que demos con la correcta.
Es una mecánica que al principio resulta lenta y algo limitada. Pero a medida que se coge “práctica” y se van conociendo más matices en las expresiones de Jofre, la conversación gana en rapidez, en profundidad y en la amplitud de temas a tratar. Se necesita tiempo y paciencia. Es importante no ponernos nerviosos, pensar que entramos en otra manera de establecer la intersubjetividad de la que hablábamos antes. Aceptar las dificultades y posibles malentendidos con naturalidad, no hacer ver que le hemos entendido, ya que eso puede crear frustración, tanto en él como en nosotros.
Cada conversación sincera con Jofre es una pequeña ventana que abrimos para que se asome al mundo y se sienta parte de él, parte de esta sociedad en la que todos tenemos nuestro lugar. Y también se abre una ventana en nosotros mismos, que nos permite asomarnos al mundo de las personas con dificultades. Tal vez nos atrevamos incluso a abandonar la ventana, abrir la puerta y traspasar esta frontera. Seguramente cuando volvamos a mirar, veamos que no existe tal frontera, sino simplemente diferentes maneras de conseguir el mismo fin: comunicarnos. En definitiva y como decíamos al principio, acceder a la mente del otro. Nada mas y nada menos.
Sergi Llopart
Equipo de Dependentia

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